Esta semana final, ampliamos nuestra visión más allá de nuestros corazones, hogares e iglesias hacia nuestras regiones enteras.
¿Qué significaría que una región entera clamara por la presencia de Dios?
No solo creyentes individuales, no solo familias aisladas, no solo iglesias individuales, sino comunidades enteras, ciudades enteras, regiones enteras que tienen hambre de avivamiento.
Esto es de lo que se tratan los grandes avivamientos de la historia. No solo fueron movimientos dentro de las paredes de la iglesia—fueron movimientos que transformaron sociedades enteras.
Cuando el avivamiento vino a las Hébridas, no solo cambió las iglesias. Cambió los pubs, cambió las escuelas, cambió la manera en que la gente hacía negocios. Cambió toda la cultura.
Cuando el Gran Despertar llegó a América, no solo llenó las iglesias. Cambió universidades, influyó en la fundación de la nación, estableció valores que duraron generaciones.
El avivamiento regional comienza con individuos que tienen hambre de Dios, pero no termina ahí. Se extiende, se multiplica, se transforma en algo que toca cada aspecto de la vida en una región.
Pero aquí está la clave: el avivamiento regional comienza con intercesión regional. Comienza con personas que no solo oran por sus propias necesidades, o incluso por las necesidades de sus iglesias, sino que oran por ciudades enteras, por regiones enteras.
Comienza con personas que están dispuestas a pagar el precio en oración por algo que pueden no vivir para ver completamente.
Esta semana, vamos a explorar lo que significa expandir nuestro corazón para abrazar no solo nuestras propias necesidades, sino las necesidades de regiones enteras. Vamos a aprender cómo orar no solo desde nuestro dolor personal, sino desde la compasión por multitudes que aún no conocen el amor de Dios.
¿Cómo cambiaría tu oración si realmente creyeras que Dios quiere usar tu vida para traer avivamiento a tu región entera?