Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. —Apocalipsis 20:12
La oración de intercesión es el ministerio más elevado al cual Dios llama a Sus hijos. Es el lugar donde la intimidad con Dios se encuentra con la responsabilidad por otros. —Dick Eastman
Hay una progresión natural en la vida de oración que he observado en las personas que Dios usa para avivamiento: van de la intimidad a la intercesión.
Comienzan buscando a Dios por sus propias necesidades, por su propia relación con Él. Pero mientras más lo conocen, más comienzan a ver lo que Él ve. Y lo que Él ve son multitudes que necesitan desesperadamente Su amor.
La intimidad con Dios inevitablemente te lleva a la intercesión por otros.
Cuando estás verdaderamente cerca del corazón de Dios, no puedes evitar ser movido por las cosas que lo mueven a Él. Y lo que más mueve el corazón de Dios son las personas que aún no lo conocen.
Jesús modeló esto perfectamente. Su relación íntima con el Padre no lo llevó al aislamiento—lo llevó a un ministerio de intercesión constante. Lo vemos orando por Sus discípulos, orando por Jerusalén, orando por aquellos que lo crucificaron.
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34) no es la oración de alguien que está enfocado solo en su propia situación. Es la oración de alguien cuyo corazón está quebrantado por otros, incluso en medio de su propio sufrimiento.
¿Cómo haces la transición de la intimidad a la intercesión?
Primero, tienes que entender que no es una transición completa—es una expansión. No dejas de buscar intimidad con Dios para comenzar a interceder por otros. Tu intimidad con Dios se convierte en el combustible para tu intercesión por otros.
Segundo, comienza pequeño. No tienes que comenzar intercediendo por el mundo entero. Comienza intercediendo por tu familia, tus amigos, tu iglesia. Luego expande gradualmente tu círculo.
Tercero, pide que Dios te dé Su corazón por las personas. Una de las oraciones más peligrosas que puedes hacer es: "Dios, dame Tu corazón por los perdidos." Es peligrosa porque Él realmente podría responderte, y una vez que sientes Su corazón por las personas que no lo conocen, nunca vuelves a ser el mismo.
Cuarto, estudia la Escritura para entender el corazón de Dios por las naciones. Cuando lees pasajes como "Porque de tal manera amó Dios al mundo" (Juan 3:16) o "El Señor no retarda su promesa, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca" (2 Pedro 3:9), comienzas a entender la pasión de Dios por alcanzar a cada persona.
Quinto, conecta con otros que comparten esta pasión. La intercesión por naciones enteras no es algo que puedes sostener solo. Necesitas la fuerza y el aliento que viene de orar con otros que entienden este llamado.
En mi propia vida, hubo un momento definitorio cuando mi oración cambió de ser principalmente sobre mí a ser principalmente sobre otros. Había estado luchando con algunas decisiones de ministerio, orando principalmente por sabiduría para mi propia situación.
Pero una mañana, mientras oraba, sentí que Dios me decía: "Deja de orar solo por lo que quieres y comienza a orar por lo que Yo quiero." Cuando pregunté qué era lo que Él quería, la respuesta fue clara: "Quiero que cada persona en esta ciudad tenga la oportunidad de conocerme."
Esa oración cambió todo. En lugar de pasar la mayor parte de mi tiempo de oración enfocándome en mis propios problemas y necesidades, comencé a pasar la mayor parte orando por la ciudad de Nueva York.
No porque dejé de tener necesidades personales, sino porque me di cuenta de que mis necesidades personales eran pequeñas comparadas con la necesidad de millones de personas de conocer el amor de Dios.
Hay algo profundamente transformador sobre hacer esta transición. Cuando comienzas a orar regularmente por personas y lugares fuera de tu círculo inmediato, tu fe comienza a expandirse. Tus problemas comienzan a parecer más pequeños. Tu perspectiva se vuelve más como la de Dios.