Entonces Noé edificó un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. —Génesis 8:20

Un altar es un lugar donde cielo y tierra se encuentran, donde lo humano toca lo divino. —N.T. Wright


Hay algo poderoso sobre los altares en la Escritura. No son solo lugares donde la gente hacía sacrificios—son lugares donde la presencia de Dios se encontraba con Su pueblo de maneras tangibles.

Cada gran mover de Dios en la historia ha sido marcado por la construcción de altares—lugares específicos donde la gente sabía que podía encontrar a Dios.

Pero aquí está lo que he notado: muchas iglesias modernas han olvidado cómo construir altares. Hemos construido escenarios, hemos construido auditorios, hemos construido espacios de entretenimiento. Pero hemos olvidado cómo construir lugares donde cielo y tierra realmente se encuentran.

Un altar no es principalmente sobre arquitectura—es sobre intención espiritual.

Cuando Abraham construyó un altar, no era porque tenía materiales de construcción extra tirados por ahí. Era porque había tenido un encuentro con Dios y quería marcar ese lugar, recordar ese momento, y crear espacio para que sucediera de nuevo.

Cuando Jacob despertó de su sueño en Bet-el y dijo: "Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía" (Génesis 28:16), inmediatamente tomó la piedra que había usado como almohada y la erigió como un altar. Quería que todos supieran: aquí es donde Dios se muestra.

¿Qué significa construir altares en el contexto de una iglesia moderna?

Primero, significa crear espacios intencionales para encuentro con Dios. No estoy hablando necesariamente de muebles físicos (aunque eso puede ser parte de ello). Estoy hablando de estructurar tu servicio, tus reuniones, tu cultura de iglesia de tal manera que la gente espera encontrar a Dios.

Algunos de los altares más poderosos que he visto no han sido estructuras físicas, sino momentos en el tiempo. Momentos cuando toda la iglesia sabe: 'Esto es cuando Dios se muestra.'

Segundo, significa marcar los lugares donde Dios se ha movido. Cuando algo poderoso sucede en tu iglesia—cuando alguien es sanado, cuando una relación es restaurada, cuando alguien encuentra a Jesús—no solo dejes que pase desapercibido. Márcalo. Celébrado. Cuéntales a todos al respecto.

En mi iglesia, tenemos lo que llamamos 'Domingos de Testimonio' donde la gente comparte historias de cómo Dios se ha movido en sus vidas. Estos se han convertido en algunos de nuestros servicios más poderosos porque estamos literalmente construyendo altares—marcando los lugares donde Dios se ha mostrado.

Tercero, significa crear espacio para respuesta. Un altar no es solo un lugar donde Dios habla—es un lugar donde la gente puede responder. Si queremos que nuestra iglesia sea un lugar donde la gente encuentra a Dios, tenemos que dar espacio para que respondan cuando Él se mueve.

Esto podría significar tener tiempo para que la gente venga al frente y ore. Podría significar tener espacios más pequeños donde la gente puede procesar lo que Dios está haciendo. Podría significar entrenar a tu equipo para reconocer cuando Dios está llamando a alguien a tomar un paso y ayudarlos a responder.

Cuarto, significa ser intencional sobre el ambiente. Los altares en el Antiguo Testamento no fueron accidentes—fueron construidos cuidadosamente con el tipo correcto de piedras, en el lugar correcto, de la manera correcta. De la misma manera, tenemos que ser intencionales sobre crear ambientes donde es más probable que la gente encuentre a Dios.

Esto no significa que tengas que tener luces elegantes o sonido perfecto. He estado en iglesias con equipos increíbles donde era difícil encontrar a Dios, y he estado en iglesias con casi nada donde Su presencia era tangible.

La diferencia no es sobre recursos—es sobre intención. ¿Está todo en tu servicio diseñado para ayudar a la gente a encontrar a Dios, o está diseñado para impresionar a la gente?

Finalmente, significa recordar que los altares requieren sacrificio. En el Antiguo Testamento, no ibas a un altar para conseguir algo—ibas a dar algo. Los altares eran lugares de entrega, lugares donde la gente dejaba lo que era más precioso para ellos.